Mi propósito en esta entrada es revindicar el chocolate como acto social, alimento, bebida, y muchas otras cosas en la sociedad victoriana española.
Mi idea es hacer una trilogía, o dicho más modestamente, y más real, tres entradas, con aspectos diferentes.
Si bien es cierto que nos hemos dejado ganar por el te, como símbolo victoriano, en detrimento de nuestro chocolate a la taza, trataré de darles motivos para volver a nuestras mejores tradiciones.
No pretende ser una lección de historia de como, quien, en que momento, etc vino el chocolate y se quedó con nosotros, pues en internet encontrarán todo tipo de explicaciones.
Desde los puertos de Andalucía se llevaba a la corte, donde se tomaba como bebida caliente.
En distintos libros de viajes de europeos por España, hablan del chocolate diciendo que es para los españoles lo que el te para los ingleses. Se convirtió en un símbolo nacional.
Al principio España tenía el monopolio de la importación del cacao, y de aquí pasó a la corte francesa, por la relación entre los reinantes en ambos países ( Cuando la princesa Ana de España, se casó con Luis XIII de Francia), y también a Italia a través de los conventos.
Fue muy curiosa la duda que existió en el s. XVII, de si tomando chocolate se rompía o no el ayuno que practicaban muchos creyentes, y sobre todo en las órdenes religiosas, se concluyó que no la rompía si era líquido y no se acompañaba de huevos o leche. Esto lo rubricaron dos papas.
Muchos médicos lo recomendaban para quitar el dolor de cabeza, el constipado o el dolor de muelas.
Se extendió el uso del chocolate al pueblo llano, y mientras en la corte lo tomaban en finas tazas de porcelana, el pueblo lo hacía en tazas o cuencos de barro vidriado.
Se tomaba al desayuno, complementando el almuerzo, para obsequiar a las visitas, como refresco, en público y en privado.
En 1828 aparece una nueva técnica para conseguir el chocolate sólido, en tabletas o bombones. Viene del norte de Europa.
A finales del s. XVIII aparecen las chocolaterías, donde los burgueses se reunen a tomar chocolate a la taza. Llegan a su máximo esplendor a mediados del s. XIX.
En cada lugar de España se acompañaba de cosas diferentes. En Madrid de churros, en Valencia de
buñuelos y porras, en el norte de picatostes, en Barcelona de soletillas.
El chocolate considerado como reconfortante, digestivo y estimulante, en el s. XIX compitió con el café, que tardó más en introducirse en España, que en otros lugares debido a lo profundamente arraigado que estaba el chocolate.
Mi idea es hacer una trilogía, o dicho más modestamente, y más real, tres entradas, con aspectos diferentes.
Si bien es cierto que nos hemos dejado ganar por el te, como símbolo victoriano, en detrimento de nuestro chocolate a la taza, trataré de darles motivos para volver a nuestras mejores tradiciones.
No pretende ser una lección de historia de como, quien, en que momento, etc vino el chocolate y se quedó con nosotros, pues en internet encontrarán todo tipo de explicaciones.
Solo pretendo darles algunos datos y curiosidades, anécdotas del uso, y algunas imágenes.
Fueron los españoles del s. XVI los que trajeron el cacao a España, y de aquí a toda Europa.
En Mejico se tomaba con chile, y era una mezcla amarga y picante, que no gustaba a los españoles, pero nuestros antepasados introdujeron dos novedades respecto a como se tomaba allí, le añadían azúcar y lo calentaban.Desde los puertos de Andalucía se llevaba a la corte, donde se tomaba como bebida caliente.
En distintos libros de viajes de europeos por España, hablan del chocolate diciendo que es para los españoles lo que el te para los ingleses. Se convirtió en un símbolo nacional.
Al principio España tenía el monopolio de la importación del cacao, y de aquí pasó a la corte francesa, por la relación entre los reinantes en ambos países ( Cuando la princesa Ana de España, se casó con Luis XIII de Francia), y también a Italia a través de los conventos.
Fue muy curiosa la duda que existió en el s. XVII, de si tomando chocolate se rompía o no el ayuno que practicaban muchos creyentes, y sobre todo en las órdenes religiosas, se concluyó que no la rompía si era líquido y no se acompañaba de huevos o leche. Esto lo rubricaron dos papas.
Muchos médicos lo recomendaban para quitar el dolor de cabeza, el constipado o el dolor de muelas.
Se extendió el uso del chocolate al pueblo llano, y mientras en la corte lo tomaban en finas tazas de porcelana, el pueblo lo hacía en tazas o cuencos de barro vidriado.
Se tomaba al desayuno, complementando el almuerzo, para obsequiar a las visitas, como refresco, en público y en privado.
En 1828 aparece una nueva técnica para conseguir el chocolate sólido, en tabletas o bombones. Viene del norte de Europa.
En 1870 se fabrica el primer chocolate con leche en polvo.
En el siglo XIX aparecen máquinas que facilitan el proceso de tratamiento del cacao, se hace más barato el proceso y se extiende su consumo.A finales del s. XVIII aparecen las chocolaterías, donde los burgueses se reunen a tomar chocolate a la taza. Llegan a su máximo esplendor a mediados del s. XIX.
En cada lugar de España se acompañaba de cosas diferentes. En Madrid de churros, en Valencia de
buñuelos y porras, en el norte de picatostes, en Barcelona de soletillas.
El chocolate considerado como reconfortante, digestivo y estimulante, en el s. XIX compitió con el café, que tardó más en introducirse en España, que en otros lugares debido a lo profundamente arraigado que estaba el chocolate.
Abajo, cuadro de Raimundo Madrazo, La Chocolatada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario